#CONCEPCIÓN
Sin duda, al hablar de duendes, nos encontramos con relatos sobre
sus apariciones en todo Chile. De éstos,hay historias de norte a sur y de costa
a cordillera. Pero existen ciertos patrones que se repiten en la oralidad.
Se les describe como
seres traviesos que pueden hacer el bien,
que acostumbran a vivir en casas viejas, aunque en el norte se dice que
viven en minas abandonadas; y que bajan
a la ciudad a jugar o a hacer travesuras. También hay de los malos, que
transmiten enfermedades, hacen perder la
razón o que incluso llevan a la muerte. Otra particularidad que poseen es la
fuerte posesividad que ejercen cuando se enamoran, llegando incluso a la
violencia, su gusto por la limpieza y lo burlones y molestos que se convierten
cuando quieren expulsar a las personas de un lugar.
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Imagen: Diarioconcepcion.cl |
De acuerdo a los relatos, son de distintos tipos. Existirían
los llamados duendes blancos, que sólo juegan con los niños, sin hacerles mayor
daño, realizando travesuras, como cambiarlos de lugar mientras duermen, pero
que al cabo de un tiempo corto, los dejan en paz; Los duendes negros, de horrible
apariencia, que se aparecen en los caminos, deteniendo los vehículos e
invitando a jugar a los más pequeños. Si éstos acceden, no vuelven más. Y están
los duendes rojos, que buscan niños para hacerles caer en trampas, que los
llevan a muertes horribles, como casi sucedió a unos pequeños que jugaban al lado de un pozo, en la
localidad de Rengo. Cuando el padre notó
el peligro en que se encontraban,
corrió a asistirlos. Los niños aseguraron que un hombrecillo los estaba
invitando a jugar con él, en el fondo del pozo.
A continuación voy a contar el caso vivido por una joven de
Concepción. Esta joven, de nombre Andrea, vivía con su padre y abuela en una
casa vieja dela calle Camilo Henríquez. A los quince años, comenzó a notar que
situaciones extrañas sucedían en su pieza por las noches.Ruidos, pesos extras
en la cama, desorden de muebles y ventanas abiertas eran algunas de ellas.
Una madrugada, despertó extrañada, porque un bulto pequeño
estaba a su lado. Enojada, por lo que pensó, era el perro que se había metido,intentó
sacarlo, pero lo que vio la dejó helada. Un pequeño hombrecillo bajaba con
extrema rapidez por una de las patas de su cama y salía por una ventana
entreabierta. Sin dar crédito a lo que sus ojos veían, corrió a mirar para
afuera, pero ya no había nada. La misma situación se repitió varias veces más.
Nadie le creyó al comienzo, pero lo que ocurrió un mes más tarde fue mucho
peor.
La hermana del padre había llegado de visita con su familia,
que estaba compuesta por su marido y dos hijos, un niño y una niña, de 12 y 14
años respectivamente. Como era lógico, los niños se acomodaron en la pieza de
Andrea, compartiendo cama las niñas y en
un sillón lateral el joven.
Después de jugar y divertirse toda una tarde, llegó el
momento de ir a dormir. Cuando el reloj marcaba las dos de la mañana, gritos
desgarradores irrumpieron en toda la casa.
Los niños, asustados, mostraron a sus padres diversas magulladuras por todo el cuerpo, como
si un gato los hubiera atacado, mientras que la joven no tenía ni un solo
rasguño.
– Mira lo que nos hizo tu gato, Andrea. Dijo la joven
enojada.
-No tengo gato- fue la respuesta inmediata.
Tras del episodio, y luego que Andrea repitiera a los adultos lo que sucedía todas
las noches, éstos entendieron que algo malo estaba ocurriendo.
La noche siguiente, el padre, aún escéptico frente a lo que pasaba,
se recostó al lado de la joven. Sus sobrinos se fueron a pasar la noche a la
otra habitación.Durmiendo estaban, cuando
el papá despertó al sentir peso que le oprimía el pecho. Al abrir los ojos, vio
al duende golpeándolo repetidamente con un palo. La joven, alertada por el
sonido y asustada, gritó, hecho que
espantó al duendecillo, que se metió bajo la cama y desapareció.
Reafirmando las palabras de la niña, y conversando con la
anciana, comprendió que el duende estaba enamorado de su hija y que había que
alejarlo. Lo primero que pensó fue en mudarse, pero no podía hacerlo, ya que,
según palabras de la abuela, el duende la seguiría donde fueran, por lo que
había que espantarlo. El modo fue mucho más desagradable, pero eficaz.
Prepararon la pieza y la llenaron de excremento, sobre todo en las patas de la cama. Esa noche
la joven debía dormir sola. El resto de la familia, se acomodó en las otras
piezas de la casa, a la espera de solucionar el problema, y no interferir si
oían algo raro. Aquella noche, una lluvia muy copiosa se dejó caer en
Concepción, cosa normal para sus habitantes, acostumbrados a los aguaceros
fuertes.
Eran las tres de la
mañana y el duende apareció. Al caminar, sus pies pisaban excremento una y otra
vez. Asqueado, pero insistente, el duende continuó. Cuando se acercaba a la
niña, percibió otro olor, que lo hizo molestarse más. Luego escapó rápidamente del
hogar, no sin antes botar cuanto mueble y objeto se le apareciera en el camino.
La anciana sabia había bañado a la niña, en ajo, pues dice la creencia que los
duendes odian el olor que de él emana.
Finalmente, al salir de la casa, y sólo iluminado por el
poste de luz, la lluvia dibujó en el camino la silueta de un hombrecillo
pequeño. Desapareció alejándose lentamente, como si quisiera retornar, pero creyendo
que lo que quería, ya no estaba. //OA
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