domingo, 1 de septiembre de 2019

LA CIUDAD DE LOS CÉSARES


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Siempre se ha hablado de la existencia de una ciudad perdida en el Cono Sur, y son muchas voces las que la han situado en los lugares más disímiles posibles,  más aun considerando nuestra geografía. Altiplano, desierto, cordillera, Patagonia y Antártica son sólo algunas de las probables locaciones que se le ha dado a esta mítica ciudad, de la que se comenta, se alza como un secreto, lleno de riquezas y maravillas, entre las que destacan construcciones de oro e incluso una fuente de la juventud, pero también de peligros, que harían perder el juicio hasta al más intrépido de los aventureros. 
Imagen: Libro La Ciudad de Los Césares, de Manuel Rojas.
A oídos de los conquistadores españoles llega la historia de la existencia de una veta espectacular, donde el oro jamás se acaba. Esta se encontraría en pleno altiplano, y estaría protegida por brujos, quienes, convertidos en cóndores vigilarían el ingreso para evitar las arremetidas de aquellos que sin escrúpulos quisieran arrebatar sus riquezas y llegar hasta las aguas que les permitan vivir por siempre.
En la cima del volcán Láscar, aparece algunos atardeceres, casi como un espejismo una ciudad que tiene hermosas caídas de agua y verdes calles por las que circulan llamas, flamencos y vizcachas. Las construcciones, de piedra volcánica cubiertas con llaretas, se convierten en refugios para todos aquellos de buen corazón que, desorientados por el lugar desean descansar antes de volver a encontrar el camino a casa. Esta ciudad lleva por nombre Quimal, pero otros la consideran la verdadera ciudad de Los Césares. De la misma forma en que se encuentra,  se desvanece.
Más hacia la zona central, frente a las costas de Concón, los pescadores aseguran ver una ciudad emerger de los roqueríos. Esta tendría un ingreso que se conforma con las mismas rocas que se acomodan al lado de las aguas permitiendo el ingreso sólo a aquellos que se atrevan, pues se sabe que quien ose adentrarse, no vuelve. Varios pescadores, aturdidos por la belleza de las habitantes del lugar, que serían sirenas, caminan hasta perderse entre las olas y desaparecer de la vista de todos.
 Mientras en la Cordillera de los Andes, a pocos kilómetros de Santiago, se encuentra una laguna. Al lado de ésta, aparece una ciudad casi por encantamiento. Sus construcciones, de plata y oro, relumbran a lo lejos y sus habitantes caminan tranquilos y felices por sus calles. Son los mismos que la construyeron, pues el tiempo no avanza en la ciudad. Nadie nace y nadie muere. Si en algún momento se rompe su hechizo, ése también será el último día de la humanidad, por ello nadie desvela su asombrosa mitología.
En el Lago Ranco, en una de sus tantas islas, los conquistadores españoles habrían encontrado una ciudad construida por ibéricos adelantados que compartieron con los indígenas del lugar con antelación a la conquista del sur. La ciudad tendría fortalezas, caminos y armas que la convertirían  en una joya arquitectónica. Otras personas comentan que sus techumbres son de oro macizo y la habrían construido los habitantes del antiguo Osorno, Valdivia y Villarrica, tras la destrucción de éstas por los indígenas de la zona.
Imagen: Reista Viajes La Tercera. Edición 104.
Más al sur, un chilote, tras encallar en las costas frente a la Isla Grande,  se adentró por los bosques hasta dar con una ciudad que estaba cerrada por una gran fortaleza del metal más resistente. Al intentar ingresar, se encontró con un centinela que vestía una armadura metálica, quien al verlo, inmediatamente le dijo que se fuera, pues, si el Rey de los Césares lo veía, lo mataría. Entre obediente y asustado arrancó por la zona boscosa, con tan mala suerte, que se perdió y fue encontrado por los indios del lugar y aliados del Rey, quienes le dieron muerte.
Al sur de Chiloé, en la Región de Aysén se ubica el volcán Melimoyu.  Hechos extraordinarios narrados por varios lugareños sitúan allí el ingreso a la mítica ciudad de los Césares.  Cuentan algunos que, en los años setenta, una agrupación de más de veinte hombres de origen alemán habría realizado una expedición al volcán, no obteniéndose más registro de ellos hasta unos meses después, cuando habrían sido vistos en Argentina, en las cercanías de Bariloche, sin explicar su estadía en el lugar y regresando rápidamente a Europa.
Finalmente, algunos de los militares chilenos que hacen patria en la Antártica, aseguran haber visto aparecer, en las cercanías de la Base noruega Troll, construcciones fenomenales esculpidas en el mismo hielo. Por las dificultades de la geografía y el clima, no se pudo continuar investigando, pero tanto chilenos, como argentinos y los propios noruegos señalan que su presencia es sólo observada en ciertos días de verano. //OA

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