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Siempre se ha hablado de la existencia de una ciudad perdida
en el Cono Sur, y son muchas voces las que la han situado en los lugares más
disímiles posibles, más aun considerando
nuestra geografía. Altiplano, desierto, cordillera, Patagonia y Antártica son
sólo algunas de las probables locaciones que se le ha dado a esta mítica
ciudad, de la que se comenta, se alza como un secreto, lleno de riquezas y
maravillas, entre las que destacan construcciones de oro e incluso una fuente
de la juventud, pero también de peligros, que harían perder el juicio hasta al
más intrépido de los aventureros.
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Imagen: Libro La Ciudad de Los Césares, de Manuel Rojas. |
A oídos de los conquistadores españoles llega la historia de
la existencia de una veta espectacular, donde el oro jamás se acaba. Esta se
encontraría en pleno altiplano, y estaría protegida por brujos, quienes,
convertidos en cóndores vigilarían el ingreso para evitar las arremetidas de
aquellos que sin escrúpulos quisieran arrebatar sus riquezas y llegar hasta las
aguas que les permitan vivir por siempre.
En la cima del volcán Láscar, aparece algunos atardeceres,
casi como un espejismo una ciudad que tiene hermosas caídas de agua y verdes
calles por las que circulan llamas, flamencos y vizcachas. Las construcciones,
de piedra volcánica cubiertas con llaretas, se convierten en refugios para
todos aquellos de buen corazón que, desorientados por el lugar desean descansar
antes de volver a encontrar el camino a casa. Esta ciudad lleva por nombre
Quimal, pero otros la consideran la verdadera ciudad de Los Césares. De la
misma forma en que se encuentra, se
desvanece.
Más hacia la zona central, frente a las costas de Concón,
los pescadores aseguran ver una ciudad emerger de los roqueríos. Esta tendría
un ingreso que se conforma con las mismas rocas que se acomodan al lado de las
aguas permitiendo el ingreso sólo a aquellos que se atrevan, pues se sabe que
quien ose adentrarse, no vuelve. Varios pescadores, aturdidos por la belleza de
las habitantes del lugar, que serían sirenas, caminan hasta perderse entre las
olas y desaparecer de la vista de todos.
Mientras en la
Cordillera de los Andes, a pocos kilómetros de Santiago, se encuentra una
laguna. Al lado de ésta, aparece una ciudad casi por encantamiento. Sus
construcciones, de plata y oro, relumbran a lo lejos y sus habitantes caminan
tranquilos y felices por sus calles. Son los mismos que la construyeron, pues
el tiempo no avanza en la ciudad. Nadie nace y nadie muere. Si en algún momento
se rompe su hechizo, ése también será el último día de la humanidad, por ello
nadie desvela su asombrosa mitología.
En el Lago Ranco, en una de sus tantas islas, los
conquistadores españoles habrían encontrado una ciudad construida por ibéricos
adelantados que compartieron con los indígenas del lugar con antelación a la
conquista del sur. La ciudad tendría fortalezas, caminos y armas que la
convertirían en una joya arquitectónica.
Otras personas comentan que sus techumbres son de oro macizo y la habrían
construido los habitantes del antiguo Osorno, Valdivia y Villarrica, tras la
destrucción de éstas por los indígenas de la zona.
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Imagen: Reista Viajes La Tercera. Edición 104. |
Más al sur, un chilote, tras encallar en las costas frente a
la Isla Grande, se adentró por los
bosques hasta dar con una ciudad que estaba cerrada por una gran fortaleza del
metal más resistente. Al intentar ingresar, se encontró con un centinela que
vestía una armadura metálica, quien al verlo, inmediatamente le dijo que se
fuera, pues, si el Rey de los Césares lo veía, lo mataría. Entre obediente y
asustado arrancó por la zona boscosa, con tan mala suerte, que se perdió y fue
encontrado por los indios del lugar y aliados del Rey, quienes le dieron
muerte.
Al sur de Chiloé, en la Región de Aysén se ubica el volcán
Melimoyu. Hechos extraordinarios
narrados por varios lugareños sitúan allí el ingreso a la mítica ciudad de los
Césares. Cuentan algunos que, en los
años setenta, una agrupación de más de veinte hombres de origen alemán habría
realizado una expedición al volcán, no obteniéndose más registro de ellos hasta
unos meses después, cuando habrían sido vistos en Argentina, en las cercanías
de Bariloche, sin explicar su estadía en el lugar y regresando rápidamente a
Europa.
Finalmente, algunos de los militares chilenos que hacen
patria en la Antártica, aseguran haber visto aparecer, en las cercanías de la
Base noruega Troll, construcciones fenomenales esculpidas en el mismo hielo.
Por las dificultades de la geografía y el clima, no se pudo continuar
investigando, pero tanto chilenos, como argentinos y los propios noruegos
señalan que su presencia es sólo observada en ciertos días de verano. //OA
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