domingo, 1 de septiembre de 2019

EL ANILLO DEL DIABLO


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Hace ya un par de años, La ciudad delos Andes se conmocionó por la muerte de un personaje querido en la comunidad de Rinconada. Un hombre muy caritativo, sencillo y empático frente al dolor y las necesidades de sus trabajadores. En fin, según palabras de los que tuvieron la suerte de compartir con él: Una muy buena persona.
Imagen: Observador.cl
Desde joven trabajó duramente la tierra.  Quienes lo vieron en sus inicios dicen que, de la mano de una carretilla cargada de pala, azadón y otras herramientas propias del campo, regaba los predios que, con el paso del tiempo, fue adquiriendo y adquiriendo, hasta poseer una gran extensión que dedicó a la producción de vid.
Esa prosperidad económica generó algunas suspicacias en la población, que no se explicaba cómo a un hombre, sin mayores estudios, le podía ir tan bien en la vida. Por eso es que, una vez muerto, se comenzó a hablar en los círculos que frecuentaba, de ciertos episodios previos a su muerte y se realizaron  conjeturas que se compartieron en el relato oral.
El comentario que más se escuchó en la comunidad  fue que el empresario habría hecho un pacto con el diablo:riqueza por un determinado tiempo, a cambio de su alma, ya que de un momento a otro,  su patrimonio aumentó considerablemente. Dicho pacto lo habría logrado tras recibir de manos de un anciano errante un anillo, que sería el nexo entre las personas y el demonio.
Pero dicen que los acuerdos son para cumplirse, y éste no era la excepción. El tiempo se acercaba y el miedo invadió el cuerpo del hombre. Decidido a salvarse, buscó entre los meicos y brujos locales a alguien que lo ayudara a salvarse. Una viejita de Curimón, conocedora de ese arte, le explicó que lo que debía hacerse era un velorio falso.
Se comenzaron a realizar los preparativos. Para quien no entiende en que consiste esta ceremonia, se trata de una reunión con características similares a las de los velorios de antaño. Donde llegan personas vestidas de negro que se encargan de rezar toda la noche previa al entierro,  custodiando en todo momento un ataúd cerrado, con la diferencia que en su interior está la persona que pacta. De este modo se engaña al diablo, que al no encontrar el alma de la persona,  la da por perdida.
Imagen: Observador.cl
Tras el éxito del velorio falso, el empresario se sintió aliviado, pensando que ya había sorteado el pacto.  Pero el mandinga tiene ojos y orejas en todas partes y se enteró de la farsa. Enfurecido se le apareció al hombre, a quien le dijo que, por haberlo engañado,  igual se lo iba a llevar, pero de una forma mucho más impactante y que causaría revuelo en la comunidad. Inmediatamente después de lo dicho, desapareció dejando un fuerte olor a azufre.
Pasaron los días, las semanas incluso los meses, y el hombre pensaba que todo volvía a la normalidad. Continuó siendo dadivoso y atento con sus trabajadores, que agradecían esos gestos. Tiempo después,  casi ni recordaba el  trato no cumplido.
Hasta que llegó la celebración  del  fin de faena, que sagradamente realizaba con todo el personal del packing de exportación de uvas que poseía. En eso estaban,  con todo funcionando a la perfección, con excepción de la repartición de helados, que

no pudieron llevarlos. Para aquellos que conocen las ciudades del interior de la región de Valparaíso, deben saber que las temperaturas en verano son muy elevadas. Por ello la imperiosa necesidad de repartirlos.
El mismo empresario se preocupó y decidió ir por los helados. Según dijo, su vehículo era más rápido que el de los demás y retornaría con mayor prontitud.
 En la ruta de camino a Los Andes iba, cuando al llegar al cruce ferroviario, y con la necesidad del regreso rápido se quiso adelantar al tren que se avecinaba, fallando inexplicablemente su vehículo, que fue impactado por el convoy, causando su trágica muerte y un gran revuelo en la comunidad, como lo había sentenciado el diablo.
La misa fue multitudinaria y su despedida aún mayor. Vecinos y conocidos de Rinconada se acercaron a dar el último adiós  a un hombre que siempre había ayudado a los más desvalidos y que perdía su vida por una mala jugada.
Quienes conocían su tumba, en el Cementerio de Los Andes, comentan que sobre ella se instaló una especie de gárgola, a modo de adornar y custodiar lúgubremente sus restos. La particularidad de la misma es que, tras su instalación, un anillo con una inscripción muy extraña se puso en uno de sus dedos. Este anillo habría estado un tiempo hasta que desapareció. Quizás fue robado por alguien ansioso de cumplir los propios deseos. //OA

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