#COYHAIQUE
Recién comenzaba la tarde, era temprano aún para continuar el ascenso al cerro, El almuerzo había sido contundente y el cuerpo sentía el letargo propio de las tardes. “Aquí voy a descansar”, pensó aquel hombre, mientras tendía su manta justo en esa parte del suelo donde llegaba una pizca de rayos de sol. “Aunque sea momentánea”.- Murmuró, echándose encima, dispuesto a darse un descanso de tanto viaje, tanto frío y tanta vida. Rápidamente el cansancio lo venció y entró en el sueño profundo.
No se sabe si fueron una, dos o tres horas. El punto es que su cansancio era tal, que durmió, durmió y durmió. En eso vinieron los sueños, o mejor dicho, las pesadillas. Se imaginaba en un espacio oscuro, su cuerpo enterrándose más y más en la tierra. De pronto el sueño se convirtió en realidad y despertó de noche con su humanidad hundida en las profundidades de aquel cerro, sólo atinó a mover los brazos y a gritar auxilio, esperando que alguien lo viera en su situación, pero ya era demasiado tarde, el cerro literalmente, se lo tragó. En su angustia estiró la mano, una mano que simbolizó el terror que sintió aquella tarde y que quedó estampado a perpetuidad en el cerro. Pues nadie llegó. //OA
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Imagen: http://pachinoscuentaleyendas.blogspot.com/
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