domingo, 1 de septiembre de 2019

EL RELOJILLO O INSECTO RELOJ


#VALLENAR #OVALLE #PETORCA

Se encuentran registros de este insecto en parte del norte y centro de nuestro país. Se caracteriza por un sonoro  tic-tac, que realiza una y otra vez al golpetear con la superficie.  Se describen dos tipos de relojillos: los de la fortuna y los del mal. Para obtener la buena suerte que otorga el benigno hay que capturarlo, el problema es que ambos no se diferencian estéticamente. Así que hay que ser bien valiente para atraparlo y tener la suerte de escoger el correcto, pues si es el malo, la muerte se avecina.
En una ocasión, un trabajador agrícola de la zona de Ovalle, agobiado por las deudas, mientras buscaba algo que comer en su cocina, encontró un relojillo. Conocedor de su historia, y sin nada que perder, se abalanzó sobre el insecto, el que guardó en un recipiente de vidrio. Al día siguiente, partió a  trabajar. Cuando se preparaba para subir a la bicicleta y encaminarse al campo, un punto de la superficie justo afuera de su casa llamó su atención. Parecía tierra removida. Se acercó y comenzó a escarbar. No llevaba ni treinta centímetros, cuando dio con una bolsa de género grueso. La abrió, y su cara se iluminó. Tenía una gran cantidad de oro.  Sin poder creerlo, el hombre recordó su insecto reloj guardado. Retorno a su casa y lo liberó: Gracias relojillo. Cuentan los lugareños que, después de obtener la gracia del insecto, este debe ser liberado o se convierte en insecto de la desgracia.

Otros señalan que el tic-tac del relojillo es un augurio de muerte. En el antiguo Hospital Nicolás Naranjo de  Vallenar, las trabajadoras del aseo decían barrer comúnmente en las habitaciones  donde fallecían
los pacientes geriátricos, algunos de estos bichitos, ya muertos. Existe la creencia de queel relojillo, luego de anunciar la muerte de una persona, también pierde la vida y cambia su color a uno más negruzco.
En Petorca, un anciano, ya en su lecho de muerte, y acompañado de todos sus parientes  que se habían reunido a despedirlo, no cesaba en decir: “sáquenlo”,  “llévenselo”. Los familiares, pensando que se trataba de una antigua rencilla familiar, decidieron expulsar a uno de los hijos con quien había tenido diferencias en otro momento.
¡Mi hijo no!, ¡el relojillo! Fue lo último que dijo, antes de dar un suspiro largo y descansar en paz. Todos se miraron angustiados y extrañados.  El hijo mayor, que había escuchado la historia, pidió que salieran de la pieza, y cuando estuvo solo, buscó bajo la cama. Un insecto verde oscuro yacía muerto. //OA

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