miércoles, 2 de octubre de 2019

UOKE EL DEVASTADOR


#ISLADEPASCUA

Originalmente, la actual Isla de Pascua era un territorio tan grande y vasto, como el Hiva, la tierra de la cual habrían provenido los primeros habitantes de Rapa Nui. En esa época, un dios, llamado Uoke, se hizo famoso por un juego que repetía constantemente y que tenía que ver con una gran palanca, la cual utilizaba para hundir y levantar los continentes a su antojo y sólo por entretención. Una de estas tierras eran las de Rapa Nui, que en aquel entonces eran vastos y amplios territorios donde la población vivía. Uoke, con su gran vara le daba inestabilidad al océano y cambiaba en un parpadeo la geografía, haciendo aparecer montes y llanos en un movimiento de su garrote.
Ilustración: Lukas Bravo Nicolás.
 En Facebook: @ilustracionesdehistoriadeChile
Uno de esos días, mientras repetía su juego una y otra vez levantando la tierra de Hiva, llegó a Puku Puhi-puhi.  En ese momento, su garrote se rompió, partiéndose en dos, y con ello, sumergiendo grandes porciones de terreno.  Lo que hoy conocemos, no es nada más que lo que fueron las partes altas, las cimas de las montañas que alcanzaron a quedar sobre las aguas, y en donde la población de Isla de Pascua vive.
Algunos dicen que Uoke produjo la devastación con inundaciones y cataclismos como forma de castigo para la población por las maldades humanas. La isla de Pascua habría logrado sobrevivir, gracias a la intervención de un hombre llamado Te Ohiro, el que en compañía de Ngata Vake lograron soportar los embates de Uoke y su devastación, guareciéndose  cerca del volcán Rano Kau, desde donde observaban la destrucción que el coloso cometía.
Luego de un tiempo, cuando pensaban que ya no resistirían a la catástrofe, Te Ohiro conjuró el mar para que ya no destruyera la isla. Entonces fue cuando el garrote de Uoke se rompió, sobreviviendo Te Ohiro y Ngata Vake, pero en un territorio minúsculo comparado con el que en sus inicios fue Rapa Nui. Una isla perdida en medio del Océano Pacífico.//OA

martes, 24 de septiembre de 2019

EL BOSQUE

Imagen: www.codexverde.cl

Pero ese día algo no andaba bien. El mar de árboles impedía ver el cielo y nadie quería reconocer que estábamos perdidas. Por eso continuamos silentes hasta llegar a una pequeña bifurcación en el camino. Ahí mismo decidimos sincerarnos y reconocer lo obvio, acordando  pasar la noche bajo un imponente olivillo.
#CHILOÉ

El camino húmedo en medio de esos árboles añosos parecía más complejo a medida que nos adentrábamos en el bosque. No podía ser cierto, y en nuestras mentes, lo oído hace sólo un par de horas atrás en el restaurant no era más que una de esas historias hechas para asustar al forastero. El punto es que
 ahí estábamos, en pleno corazón de Chiloé buscando el lugar más cómodo para montar la carpa, a sabiendas de las nubes amenazantes que no nos traían buenas noticias.
Desde el inicio del viaje habíamos tenido que sortear problemas. Que cómo podían viajar sólo mujeres, que era peligroso, que no conocíamos, y así, un montón de malas vibras frente al viaje que iniciábamos. Pero nos atrevimos. Yo y mis amigas, a la aventura. Tal como nos habíamos prometido al salir del colegio.
No tardó mucho en aparecer la lluvia. Era de esperarse. Apuradas nos encerramos en la carpa, que pese al maltrato de las dos semanas de viaje, resistía estoicamente el ataque de la ventolera y el agua que caía en baldes por entre las ramas. Un par de horas más tarde, nos fuimos a dormir, esperando el fin del temporal, pero teniendo claro que las lluvias del sur pueden seguir por días y semanas. Luego, lo infaltable: - Chiquillas, quiero ir a hacer pipí- dijo la Naty ¿Quién va conmigo? Un poco a regañadientes me ofrecí a acompañarla, empatizando con su necesidad, pero ocultando las ganas de ir, que hace rato resistía.
No caminamos ni cinco metros y, apoyado de un árbol, un palo retorcido llamó mi atención. "El bastón perfecto para el trekking", pensé, más el apuro de mi compañera hizo que volviera a mi objetivo.
Andrea, la otra integrante del grupo, que se negó a acompañarnos, sintió pronto la necesidad de darnos alcance, sea por miedo o por ganas de orinar, así que sólo un minuto después de nuestra partida, abrió el cierre de la tienda y salió, esperanzada en divisarnos por las cercanías, pero lo único que encontró fue mucho más desagradable que la lluvia misma. Justo al frente de la carpa, el paso de algún animal, pensó, dejó sus fecas apestosas repartidas.
Como el agua arreciaba, decidió volver a la carpa antes de empaparse más, pero, en el momento mismo en que intentó regresar,  la imagen más extraña que pudo imaginar apareció a su lado. Un hombre muy atractivo, de tez morena, metro ochenta y a torso descubierto le lanzaba su aliento, paralizándola de inmediato y haciéndola caer en un sueño profundo y cálido.
De ahí, se borró.
No pasó mucho, y regresamos. Con sorpresa vimos a Andrea en el piso del húmedo camino. Parecía estar desmayada, de otro modo no se explicaba su presencia allí, en medio del vendaval.
Imagen: www.hablemosdemitologias.com
Rápidamente nos acercamos y, con estupor, comprobamos que sólo estaba durmiendo. Después de despertarla y todavía desorientada, volvimos a la carpa. Mientras nos despojábamos de las ropas mojadas, Andrea nos contó lo que le había sucedido, desde sus ganas de alcanzarnos, las fecas en la entrada de la carpa y el encuentro con su galán. Sin dejar de mirarnos, nos dijo que, ahora que lo pensaba, lo ocurrido había sido algo extraño y peligroso, pero que en ese instante no sintió temor, sólo relajo y tranquilidad, a pesar de que no recordaba más.
Prácticamente no pegamos un ojo en toda la noche, asustadas por lo acontecido. Por la madrugada, cesó la lluvia. Con los primeros claros, decidimos ordenar todo y volver a la ciudad, pero al salir de la carpa, nos llevamos otra sorpresa más: todo el lugar estaba cubierto de quilinejas, unas plantas trepadoras típicas de la isla, a pesar de que sólo un día antes no había siquiera una de esas en el sector que acampamos.
Antes de partir, quise ir a buscar el palito retorcido que había visto en la noche para usarlo de bastón en el largo trayecto de regreso, pero no lo encontré.
Decidimos partir.
 Más tarde, la anciana del restaurant nos reafirmaría todas las historias sobre el mítico ser, ese que con su pahueldún ronda los bosques en busca de mujeres, a las que enamora con su aliento haciéndose pasar por galán: El Trauco. //OA

domingo, 22 de septiembre de 2019

EL DESTALONADO


#COPIAPÓ

Los partidos en las áridas canchas Anfa copiapinas eran la entretención de las tardes. La nube de polvo tras la que aparecían las siluetas de los pintorescos deportistas detrás del balón formaban parte de la imagen común en las afueras de la ciudad en plenos años 80’. Más aún cuando las preocupaciones eran nulas y la juventud estaba en su apogeo. Entre patadas, viento y sudor, y sólo debido a la cercanía del fin de la luz solar, el partido llegaba a su fin.
Imagen:  www.wikipedia.org
Después de una breve conversa post partido, cada uno partió a su casa. El grupo más grande tomó sus bicicletas y se fueron juntos a las poblaciones cercanas; el resto, se dividió en varias direcciones aledañas. Lo mío era un poco más difícil. Yo vivía de camino a Paipote, y era el que llegaba último a la casa. Pero esas rutas largas y aburridas nunca eran tan solitarias. Siempre había alguien que me acompañaba. Mi fiel perrito “Alf”, que obviamente llevaba ese nombre por mis serie ochentera favorita.
Alf era un perrito negro, casi tan flaco como su dueño,  de altura media, orejas pequeñas y cola larga, que cada vez que llegaba del colegio me secundaba a la cancha a reunirme con los amigos y seguía a cuanto lugar fuera.
Aquel atardecer, un aire frío entumecía mi cuerpo, que sólo media hora antes había estado acalorado por el fulgor del partido. El perrito, al pie del cañón, me acompañaba, pero se notaba inquieto. Miraba, ladraba y gemía cada cierto rato, como avizorando el peligro. Teníamos que cruzar una larga calle antes de llegar a nuestra casa y sólo el crepúsculo era el testigo de la proeza.
El viento, lejos de desaparecer, aumentaba conforme avanzábamos el trayecto.  Al superar una loma, Alf comenzó a ladrar, algo se aproximaba. Dentro de lo poco que vi, un remolino extraño, de esos bien polvorientos del norte,  se cruzó en el camino con tal rapidez que parecía venir directamente hacia mi persona.
Con la agilidad que me caracterizaba, corrí hacia el lado, asustado por la vorágine de viento, separándome de Alf, que engrifado y siempre impetuoso ladraba y mostraba los dientes a la ventisca, que parecía tener vida propia.
La ventolera, nuevamente se acercó a mí. - Algo no anda bien, no puede ser- pensé,  mientras me alejaba lo más rápido que podía. En eso, algo que me dejó perplejo: dos puntos rojos, como verdaderos ojos entintados en sangre se vieron a través de la nube de polvo, en su parte más alta, un verdadero demonio de viento. Me quedé sin respuesta. Mi cuerpo no reaccionó, mientras la bestia de viento y polvo se acercaba a toda velocidad.
Dos segundos: ese instante previo a la tragedia, y ocurrió algo aún más inesperado.
Alf, que estaba en el costado, se atravesó entre mi persona y el “ser” demostrando toda su fiereza. No alcanzó a hacer mucho más.
Se me hizo un nudo en la garganta. Desde el interior del torbellino, una abertura gigante comenzó a mostrarse, mientras se acercaba y engullía a Alf, frente a mi atónita mirada.
A pesar del impacto y el sonido de mi perrito del alma quejándose del dolor, reaccioné, y atiné a correr, correr y correr todo lo que pude sin mirar atrás. No habrán sido más de cinco minutos, que me parecieron una eternidad, el tiempo que demoré en llegar a casa. Llorando y no sabiendo explicar lo sucedido a mis padres, que me miraron sin comprender lo que me pasaba.
Rato después, más tranquilo, les expliqué lo sucedido, pero, como era de esperarse, no dieron crédito a la situación. Mi papá, un poco molesto, creyendo que le había hecho algo malo al can, salió a buscarlo, pero, no lo encontró.
Aquella noche no pegué pestaña, no podía creer lo ocurrido. Esa criatura, como decirlo, no sabía que era, en mi búsqueda había devorado a Alf  frente a mis ojos, y yo no reaccioné, no lo defendí. La culpa me carcomió.
Al día siguiente, obviando que era día de clases, subí a la bicicleta de mi papá y aceleré en dirección al lugar de los hechos. Al llegar no encontré a Alf, pero si un par de cosas que me conmovieron.
Primero, sangre repartida por la tierra seca del camino. La evidencia de la partida de mi amigo. Al verla, exploté en llanto, de la tristeza y dolor de perder a mi compañero leal de tantas rutas. Ya resignado, y disponiéndome a regresar a casa, algo llamó mi atención. Alrededor y entre las manchas de sangre, varias pisadas extrañas, un poco más grande que las de los humanos, pero sin las huellas del talón,  se repetían por toda la zona. Me estremecí y decidí volver. Nunca más sería igual. //OA

sábado, 21 de septiembre de 2019

CUATRO VERSIONES

  #ANTOFAGASTA #SIERRAGORDA


El jeep había funcionado perfecto. Es bravo recorrer el norte de Chile, el paisaje es monótono y las velocidades que adquieren los autos en ruta muchas veces no se dimensionan, lo que provoca la mayoría de los accidentes de tráfico.
Por eso el pueblito que se avizoraba a medio kilómetro era una salvación, más aún en los noventa, cuando la masificación de los vehículos era aún una utopía y el camino entre Antofagasta y Calama no era tan transitado.
Imagen: www.turismoi.cl
Se hacía tarde y apuramos la marcha, intentamos avanzar antes que diera la noche, pero se nos hizo imposible, ustedes entenderán; empujar un vehículo por la montonera de metros que nos faltaban por llegar podía ser torturador, pero entre los cuatro viajeros pudimos hacerlo.
Para nuestra sorpresa, el pueblito rebosaba luminoso en la pampa traicionera.  Apenas nos vieron, una multitud de personas salió a recibirnos. Al parecer interrumpíamos una celebración importante. El pueblo entero estaba engalanado con guirnaldas de colores y focos grandes, mientras de fondo, unas rancheras se escuchaban a todo volumen.
Lo primero que nos sorprendió fue el recibimiento de la gente. Unos tipos que dijeron ser maestros metieron el jeep en un garaje que parecía ser taller mecánico y nos dijeron que mañana podría volver a funcionar sin problemas, pero que ahora, era momento de celebrar.
Imagen: www.wikipedia.org
Varias mujeres se nos acercaron, nos ofrecieron sendos vasos de un licor extraño, mezcla de vino y aguardiente, mientras bailaban entre ellas y nos invitaban al disfrute. Las miradas cómplices entre nosotros no se hicieron esperar. Fiesta, diversión y alojamiento gratis, así, de la nada. Ya nos habíamos hecho la idea de pasar la noche mirando el cielo infinito despejado del norte, y este hallazgo parecía un regalo divino. Hicimos lo que había que hacer. Lo aprovechamos.
No recuerdo el momento en que vi a mis amigos por última vez, sólo que perdí la noción del tiempo mientras bailaba una cumbia de los Vikings 5 frente dos jóvenes morenas vestidas de chinas.
Al día siguiente, el sol abrasador del desierto me recordaba con un palpitar en la cabeza que estaba vivo y debía continuar. Lo primero que pensé al verme tirado en plena calle del pueblo, aún sin ver bien fue: -pucha que estuvo buena la fiesta.- Pero algo extraño comenzó a aparecer frente a mí, a medida que la vista se me aclaraba.
Las casas y calles del pueblo que la noche anterior se veían tan limpias y adornadas, ahora no eran más que un caserío abandonado, alejado del glamour y adorno de la noche anterior. Me empecé a asustar. Divisé el jeep, justo fuera de lo que en el pasado había sido un taller, pero que ahora ni techo tenía. La puerta del vehículo se abrió, era un amigo que, desorientado, intentaba explicarse lo mismo que yo.
A los minutos aparecieron los dos restantes. Fuera por el miedo o por el calor, corrimos a subirnos al jeep con la esperanza de salir de ahí. ¡Bingo! El automóvil prendió inmediatamente: Había sido reparado.
Al salir, contrastamos lo vivido, y nos llevamos otra sorpresa, todos contábamos historias diferentes.
Pero la peor historia fue la de Carlos, el más chico del grupo. Nos contó que, apenas llegamos, unos militares nos habrían capturado e ingresado a una habitación oscura con otro grupo de personas. Luego de un par de horas, iban sacando pequeños grupos que encerraban en una habitación cercana.
Imagen: www.todoantofagasta.cl
Desde donde estábamos habríamos escuchado como los golpeaban y torturaban. Hasta que,  de pronto, el sonido seco de balas se escuchaba. Un nuevo silencio, y la puerta entreabriéndose: -ustedes, vengan acá- habría dicho otro milico.
Carlos se mostraba aún en shock, porque según sus palabras,  nos vio morir ahí, y quedar desparramados en el olvido del desierto.
Decidimos apurar la marcha y ni siquiera voltear a mirar las ruinas aún visibles de ese pueblo fantasma con pasado a sol y salitre llamado Oficina Chacabuco. //OA

domingo, 15 de septiembre de 2019

LA SILLA DEL DIABLO

#ULTIMAESPERANZA #PUERTONATALES

De camino a la Cueva del Milodón, uno de los monumentos nacionales más famosos de la zona austral de nuestro país, se encuentra la Silla del Diablo, una formación rocosa de más de 30 metros con forma de banco que acompaña la ruta de los viajeros, y sobre la que se tejen varias historias.
Una de ella dice que los indios que habitaron la zona, que serían ancestros de los Aónikenk o Tehuelches,  no se acercaban al lugar porque sobre la roca, una bestia gigante, de colmillos afilados y enormes garras, rugía con sonidos ensordecedores que asustaba hasta al más valiente de los aborígenes. Este animal con el paso del tiempo, fue relacionado con el demonio, que saldría desde el infierno a sentarse en su trono, mirando las almas que se llevaría con él.
Aún hoy,  algunas personas señalan que en las noches de luna llena o San Juan se escuchan los aullidos de satanás, que  desafía a los que osen nombrarlo en las cercanías de la silla para llevarlos consigo. También se comenta que no es el aullido del demonio, sino de las almas que ya ha capturado las que se escuchan porque cuando se posa en la roca, se abre una de las puertas del infierno.
Otra historia de la Silla del Diablo plantea que antiguamente, cerca de la misma había una estancia, en la que vivía una familia compuesta por el padre, la madre y su hija, una jovencita de diecisiete primaveras que fue pretendida por varios hombres, pero que aún en la flor de su juventud, no tenía ojos para nadie más que su mascota, un perrito llamado Pol, que en lengua aónikenk significa negro.
Imagen: muninatales.blogspot.com
Como acostumbraba, la joven solía recorrer en compañía del can los bellos parajes australes de la estancia, momentos que aprovechaba para disfrutar de la vista, recoger flores silvestres y cantar. Un día la joven fue divisada por el diablo, que tentado a engañarla, se hizo pasar por un apuesto joven que la cortejó.
La niña quedó prendada del hombre y aceptó pasear con él por la estancia, siempre en compañía de Pol. Las salidas cada vez se hicieron más recurrentes, alejándose progresivamente del hogar. A pesar de ello, el fiel Pol no la perdía de vista y los acompañaba, como si supiera de los oscuros planes del demonio convertido en hombre.
En una de estas salidas, el diablo consiguió su cometido, burlando al perro al engañar a la joven y hacerla ingresar por unos intrincados pasadizos que sólo él conocía. Estos pasadizos no eran nada menos que la puerta al infierno, por lo que una vez ingresada, la niña quedó encerrada para siempre.
El perrito, a pesar de su enorme instinto, no pudo entrar, quedando fuera de la roca y esperándola,  hasta que murió de hambre tiempo después.
Cada cierto tiempo, es posible ver posarse sobre la gran roca a un águila. Es el demonio el que estaría vigilando el ingreso, para que nadie intente rescatar a la joven. Lo curioso es que en la misma formación rocosa, la figura de un perrito recostado recuerda la lealtad de Pol, como si perpetuara la espera de su ama. //OA

lunes, 9 de septiembre de 2019

EL CALEUCHE


#CHILOE

Frente a las costas del extenso sur chileno, una embarcación poco común se deja ver de vez en cuando surcando los mares y canales del sur de Chile. De él se tejen las más interesantes historias. Es el barco fantasma más reconocido de nuestra oralidad, y sus avistamientos varían desde las costas de Tirúa hasta el Cabo de Hornos, aunque se sabe que de preferencia circula frente a las costas chilotas, ya sea de Castro o Quicaví, donde se encuentra la cueva de los brujos.  Algunos dicen que es posible verlo en años bisiestos, pero que es muy esquivo con quienes lo ven, y para aquellos que reparan en su presencia, las secuelas físicas y psicológicas son inmediatas.
Sobre el origen del término, se dice que “Caleuche”, derivaría de Caleutún, que en vocablo mapuche significa “mudar de condición” o “gente mudada”, aunque hay otra versión que asocia el barco al Calanche, una embarcación de bandera holandesa que naufragó en las costas del sur de Chile.
Imagen: www.hablemosdemitologias.com
Entre los rasgos más atractivos que se le da al Caleuche, está el que señala a un barco que tiende a aparecer en las noches cerradas, y que, envuelto en una espesa neblina que da a paso a una luminosidad indescriptible, se le puede ver trasladándose, a una distancia mínima del mar, casi como si levitara. En el interior del barco, música muy armoniosa, luces y el ambiente inconfundible de la fiesta llama la atención del que está mirando.  Pero cuidado, pues, si  los tripulantes, que dicho sea de paso, son brujos, o náufragos, lo alcanzan a ver, pueden causar una serie de males al observador, males que van desde el dolor de cabeza intenso, pasando por el desmemoriar, hasta la deformación 
física.
Estos tripulantes, se caracterizan por andar en un solo pie, pues el otro lo llevan atado a la espalda, hecho que les hace dar brincos de popa a proa. Estos marineros, cuando se les presentan imágenes religiosas, tienden a no mirar de frente, agachando la cabeza y evitar el contacto visual.
Son varios los casos en que los mismos parientes, tras ver a los tripulantes del buque de artes, como también es llamado, reconocen a familiares que han fallecido en el mar. Es el caso de una mujer que reconoció la voz de un hermano que murió a corta edad tras ahogarse en la playa. Temerosa, pero a la vez intrigada, vio como la figura de quien había sido su hermano y desaparecido hace varios años brincaba en el barco, a una corta distancia de la costa. Pero los miedos producidos por las historias escuchadas solo la hicieron observar sin interferir. Tras un rato, el buque izó sus banderas y desapareció velozmente mar adentro.
Imagen: www.icarito.cl
Otro detalle del Caleuche es su increíble capacidad de transformación, pues tiene la capacidad de hundirse y convertirse en cualquier objeto, como troncos, rocas y basura que se mueven entre las olas. En esos casos, sus tripulantes se vuelven aves o animales marinos. Es por estas mismas capacidades que el buque cumple con la misión de rescatar náufragos, bajo la promesa de que los rescatados no señalen quienes fueron sus salvadores, a riesgo de sufrir tortura y muerte.
Se comenta que el Caleuche es un barco que obra trasladando mercancías, las que entrega a ciertas personas que han hecho pacto con sus tripulantes. La forma más simple, y a la vez más cruel de pactar con el Caleuche es entregar el alma de un hijo a cambio de prosperidad económica.  Sólo hay que hacer que el hijo en cuestión se pierda en el océano. Ocurrió en una ocasión que el joven primogénito de un pescador, un día salió a laburar muy temprano por la mañana, cuando de pronto una tormenta se hizo presente. Al día siguiente, sólo apareció el bote, y ni rastros del cuerpo. Cuando hallaron los restos de la chalupa, otros pescadores fueron a avisar rápidamente al padre, que lejos de estar preocupado, se limitó a sonreír. Desde ese día, el padre comenzó a generar más dinero que el resto. Y algunos decían que cada noche partía a una playa alejada, donde lo estaban esperando con mercancías, que luego subía a sus bueyes y llevaba a vender. Un día, simplemente desapareció el padre y no quedó rastro alguno de su presencia en la casa.
Las historias cuentan que si se realiza un pacto como este, el hijo puede volver a visitar a su familia una vez al año, pero que el regreso nunca es igual, pues el tiempo en el Caleuche lo va idiotizando. Este pacto tiene una duración de cien años, prácticamente toda la vida, lo suficiente como para pensarlo bien antes de llevarlo a cabo.
Se ha asociado el buque de artes con una serie de desgracias que han asolado a los pueblos del sur, debido al carácter vengativo que tienen los tripulantes, quienes se ensañan con aquellos que observen al buque.  Así, se ha culpado al Caleuche de Incendios, erupciones volcánicas, terremotos cada vez que sus miembros han sido atacados, cuando se hallan en otras formas. Como sucedió una vez que un grupo de pescadores atacaron a un lobo de mar, que resultó ser un tripulante del Caleuche. La venganza no se hizo esperar, y el volcán Calbuco pronto hizo erupción//OA.

domingo, 8 de septiembre de 2019

LA PIEDRA FELIZ

 #VALPARAISO


Imagen: Icarito.cl
Aquellos que hayan visitado la Playa Las Torpederas, en Playa Ancha, Se habrán dado cuenta de la existencia de un gran peñón en el sector de los roqueríos: La Piedra Feliz, curiosamente, cuna de los infelices,  que han acabado sus vidas allí, entregados  a una muerte horrorosa por los más diversos padecimientos.
La leyenda cuenta que hombres despechados, mujeres desesperadas, ancianos cansados de la vida y jóvenes estresados por estudios y vidas complejas, llegaban a la cumbre del peñón, donde, luego de observar el horizonte, lanzaban sus cuerpos a las rabiosas aguas del mar, siendo recibidos por el frío océano.
El escritor Oreste Plath señala que, cuando las personas miraban desde lo alto de la gran roca, al abismo,  las cabezas de las almas torturadas salían de entre las algas, como incitando a que cometieran su acción.
Otros señalaban que los suicidas, antes de acabar con sus vidas, escuchaban una voz, que les decía que la única solución a sus problemas era lanzarse desde lo alto de la piedra. Esta voz era la del mismo demonio que resonaba en los oídos como un zumbido. Algunos sostenían discusiones con la voz, gritando a la nada y lanzando golpes, pero siempre el resultado era el mismo.
Imagen: Valledelparaiso.wordpress.com
El origen de esta leyenda de dolor y muerte proviene de los incontables suicidios cometidos en los años 80 en la particular piedra, que en su camino a lo alto parecía tener una tétrica escalera formada en la misma roca. Notando lo anterior, la municipalidad de la época resolvió dinamitar la parte más alta, a fin de evitar las muertes. Desde entonces, la tasa de suicidios en el lugar disminuyó hasta casi desaparecer, pero la leyenda se mantuvo.//OA

miércoles, 4 de septiembre de 2019

ISLA FRIENDSHIP

#AYSEN

Imagen: www.lared.cl

Entre sus fiordos y paisajes indómitos, el fin del mundo esconde un lugar dado sólo a algunos. Y no es broma. La existencia de la Isla Friendship es, hasta hoy, un verdadero misterio. No se manejan muchos datos sobre su ubicación exacta, aunque hay algunos que plantean que estaría al sur de Chiloé en el Archipiélago de los Chonos, perdida entre un montón de islas desperdigadas del territorio continental.
Respecto de sus habitantes, la isla estaría habitada por personas de diversas etnias y nacionalidades, que habrían llegado al lugar a través de invitaciones, recibidas en sueños, pues, la isla guarda un poder inexplicable. Las personas que la han visitado, cuentan que los habitantes de la misma ayudarían a las personas a mejorarse de enfermedades incurables y sobre todo les transmitirían la paz que necesitan en los momentos más terribles, de ahí el nombre de la isla Friendship, que en español, significa “Amistad”.
Sobre las características físicas de sus pobladores, se cuenta que serían rubios, de ojos claros y muy altos, mucho más que la media nacional,  mientras que los nombres que se tendrían son los de ángeles, entre ellos, Gabriel, Ariel y Miguel.
También se señala  que no serían seres humanos, sino extraterrestres que habitan el lugar y seleccionan a las personas de acuerdo a su código genético. Otra teoría plantea  que su existencia se asocia a inmigrantes nazis que escaparon tras la Segunda Guerra Mundial y se escondieron del mundo en dichos lugares.
Hay algunas personas que sostienen que la isla tendría cómodas construcciones, donde la gente viviría en paz y tranquilidad. La Familia Ortiz, que habría tomado contacto con las personas de Friendship, señala que ellos no los vieron como extraterrestres ni nada por el estilo, sino como religiosos norteamericanos, mormones o misioneros que andaban en un yate, en el que trasladaban maquinaria y personas con dirección a la isla. Asimismo, dicen que los “gringos” los frecuentaban en repetidas ocasiones y conversaban sobre variados temas. Incluso fueron invitados a visitar la isla, pero a Octavio Ortiz, el padre de la familia, no le dio buena espina, pues no sabía que encontrarían en el lugar.
Imagen: www.natalesonline.cl
El ingeniero civil de la Universidad de Concepción, Ernesto de la Fuente señaló en 1983 haberse contactado a través de una radio que adquirió, con múltiples personas, entre ellos,  hombres de una congregación de  nombre Friendship, ubicada en una isla del sur. Las conversaciones se volvieron habituales y con el paso del tiempo, De la Fuente comenzó a trabajar con estas personas. Su labor era la de trasladar a familias e invitados a pequeñas caletas, donde los esperaba el Mytilus II, una barcaza, la única autorizada para llegar a la isla. Incluso aseguró haber visitado la isla, describiéndola como un lugar muy confortable, y en el que la gente siempre sonreía. Además, le llamó la atención la importante cantidad de energía consumida en el lugar, pues todo siempre estaba iluminado y las máquinas funcionando. Cuando consultó, le respondieron que bajo tierra tenían un gran generador. En ese momento la explicación le pareció razonable, pero con el tiempo se dio cuenta que algo no calzaba. . Un generador de gran magnitud emitiría bastante sonido, y lo que más se sentía en la isla era el silencio.
Pasado el tiempo, se perdió el contacto con los seres de la isla, aunque, algunos de los pocos pobladores  del archipiélago, señalan, de vez en cuando, ver circular algunos hombres de características similares a las descritas por la playa y caminos de las islitas del sur. //OA.
¿Usted qué opina?


EL CERRO DE LA MANO NEGRA


#COYHAIQUE 

Recién comenzaba la tarde, era temprano aún para continuar el ascenso al cerro, El almuerzo había sido contundente y el cuerpo sentía el letargo propio de las tardes. “Aquí voy a descansar”, pensó aquel hombre, mientras tendía su manta justo en esa parte del suelo donde llegaba una pizca de rayos de sol. “Aunque sea momentánea”.- Murmuró, echándose encima, dispuesto a darse un descanso de tanto viaje, tanto frío y tanta vida. Rápidamente el cansancio lo venció y entró en el sueño profundo. 
No se sabe si fueron una, dos o tres horas. El punto es que su cansancio era tal, que durmió, durmió y durmió. En eso vinieron los sueños, o mejor dicho, las pesadillas. Se imaginaba en un espacio oscuro, su cuerpo enterrándose más y más en la tierra. De pronto el sueño se convirtió en realidad y despertó de noche con su humanidad hundida en las profundidades de aquel cerro, sólo atinó a mover los brazos y a gritar auxilio, esperando que alguien lo viera en su situación, pero ya era demasiado tarde, el cerro literalmente, se lo tragó. En su angustia estiró la mano, una mano que simbolizó el terror que sintió aquella tarde y que quedó estampado a perpetuidad en el cerro. Pues nadie llegó. //OA
Imagen: http://pachinoscuentaleyendas.blogspot.com/

2011/06/el-cerro-de-la-mano-negra_18.html

domingo, 1 de septiembre de 2019

LA PIEDRA DE LA IGLESIA


 #CONSTITUCIÓN

Existe en la costa de la ciudad de Constitución una roca ahuecada gigantesca con forma de iglesia que tiene un túnel que la cruza de lado a lado. A este sólo se puede ingresar en algunas épocas del año, pues las costas maulinas se caracterizan por su oleaje bravo, enfurecido, como si el mar quisiera capturar y envolver en sus aguas a los incautos. El túnel se ampliaría en su interior formando una bóveda, parecida a las de las iglesias, que permitiría una muy buena acústica.
La historia más famosa en torno a ella cuenta que, uno de los tantos pescadores de la zona, se encontraba laborando frente al sector, cuando, a lo lejos observó una singular luz que se dirigía al arco de ingreso de la gran roca por la playa. Con sorpresa, notó que tras el fulgor, multitudes de luces repetían el acto desde todas direcciones. Estupefacto, vio que, a unos metros de distancia de su bote, la figura de un hombre salía desde las profundidades. ¡Son ánimas!- dijo el pescador.

Mientras seguía observando la reunión que tenía por sede ese limbo entre el mar y la tierra llamado Piedra de la Iglesia, apuró el bote a las cercanías con el objetivo de huir, pero tal fue la sorpresa, al ver que ningún alma lo advirtió, es más, parecían indiferentes frente a su persona.
Después de que todas se reunieron, y el nublado atardecer pasó a convertirse en una oscura noche invernal, un sonido alucinante, proveniente de la roca se oyó, eran las almas de los fallecidos en el Maule que cantaban alegorías convertidas en una sola voz, que hipnotizaban al espectador.
Extasiado por lo que oía, el pescador estuvo alrededor de una hora, mirando desde lo lejos la roca de la que emanaba el sonido celestial.
Una vez terminado, todo se silenció, no había más que ruido de aves y el choque constante de las violentas olas con la playa.
No pasó mucho y, las mismas luces que había identificado en el bote, comenzaron a salir en todas direcciones, perdiéndose pronto de la vista.
Entre su letargo y despertar, volvió en sí, no pudiendo dar crédito a la experiencia vivida.//OA

ABUELITA


#CURICÓ

“Recuerda no contarlo, es nuestro secreto”- Señaló el anciano. Acto seguido, abrió la puerta y miró el lúgubre pasillo. No había nadie. - “Vete”.- Finalizó con una mueca de desagrado.
Mientras la niña y su inocencia volvían a jugar con las muñecas de su cumpleaños número diez recién pasado hace un par de semanas, el viejo se recostaba en una mecedora a ojear un diario, el mismo que ocupaba después para para envolver pescado, custodiando el ingreso a la casa de la Avenida Circunvalación,que tras sus paredes guardaba los escabrosos secretos.
La muerte de su abuela había calado hondo en Estefanía, al punto de volverla retraída e irritable. Sus ojos ya no tenían el brillo de hace unos meses. La Nany, como le decía de cariño a la viejita, había prometido evitar que su abuelo siguiera jugando con
ella. Ese juego no le gustaba, la hería.Pero estaba débil, postrada a una cama e imposibilitada de pararse siquiera. De su madre ni hablar. Se encerraba en la pieza con sus amigos y amigas, que se turnaban para visitarla cada tarde y noche. Sólo la veía a la hora de almuerzo, y se limitaba a darle el plato de comida, con nula sutileza.
Los últimos meses habían sido terribles. Ver a su abuela, esa que le había enseñado a caminar, a hablar, que no se perdía sus actos en el colegio, en ese estado, la había alejado de su escuela, con todo lo que ello implica. Sus amiguitas ya no jugaban con ella y su mundo se había volcado a  acompañar a la anciana. La última vez que la vio con vida, le reclamó por no cumplir lo prometido: “Tranquila hija, cumpliré”.Le respondió.
La desolación no era causada sólo por la muerte de la Nany, sino porque con ella, desaparecían todas las posibilidades de salir de ahí, de terminar su suplicio en ese lugar,  que más que hogar, parecía una prisión. Algunas noches la odiaba, otras la añoraba, pero siempre la lloraba, y recordaba su promesa.
Un día frío de invierno, al sentir que se acababan las esperanzas,tomó la valentía que nadie le enseñó a tener y se dirigió a la puerta de su madre. Tras golpear, una molesta mujer semidesnuda  la recibió.
“Que querís, estoy ocupada”. Dijo la mamá.
- “Tengo que decirte algo”,- replicó la niña.
“No tengo tiempo”.Cerrando de golpe la puerta y las esperanzas de un cambio en la vida de la joven.
Justo en el momento que nada parecía estar peor,   un par de metros detrás, escuchó la voz más desagradable de la vida llamándola. “Venga pa´ca mijita”, el anciano abriendo la puerta de su habitación.
Desolada, la niña sólo atinó a llorar. El anciano se acercó, con la intención de silenciarla. Pero justo en el momento que iba a tocarla, una fuerza extraña empujó su mano hacia atrás. Extrañado por lo sucedido, la miró, como buscando una explicación. De pronto, una figura difusa, increíblemente similar a la de su recientemente fallecida abuela, se interpuso entre los dos y  lo empujó con una fuerza descomunal al piso, azotando la cabeza con el borde de un brasero encendido, dejándolo inconsciente, mientras todo se llenaba de fuego y humo, nublando la vista y el sentido de la niña, que cayó en un letargo profundo.
Los titulares de prensa hablarían más tarde de un trágico incendio, con consecuencias fatales, en un prostíbulo clandestino de Curicó.
Quince años después, del otro lado del mundo, en un hogar adoptivo, una joven agradecía con un gesto al cielo a su abuela, por librarla de una vida que no merecía vivir y por darle las oportunidades que jamás pensó tener.// OA

LA LOLA


#RANCAGUA #COYA

La fría precordillera  fue testigo de lo que a continuación relataré. Esos hechos que cuando ocurren, hacen cambiar la visión de las personas más escépticas, y que influyen no en una generación, sino que cambian el ideario de todos los descendientes.
Si bien nací en Rancagua, mi verdadero origen fue Coya, un pueblito del oriente de la Región de O’Higgins que nos cobijó junto a mi familia desde que tengo uso de razón. Mi abuelo Carlos, coyino de toda la vida, en uno de esos fríos inviernos que azotaban mi juventud, y rodeado de todos los primos que nos quedábamos hasta la madrugada a escuchar sus historias, nos contó una que jamás olvidaré.
Cuando él era joven, la extracción minera de la zona estaba dando sus primeros pasos. La incursión de avezados cateadores era cosa de todos los días en los cerros de las cercanías de Coya y mi abuelo fue viendo en esto una posibilidad de vida. Un día, junto a sus amigos de infancia, decidió surcar las colinas en busca de los preciados minerales que la tierra celosamente guardaba.
Imagen: Contenidoslocales.cl
Se despidieron de sus familias y partieron hasta más allá de donde sus jugarretas infantiles los habían llevado. Era un día extraño, una aparentemente inocente llovizna mojaba a los viajeros, en pleno febrero, calando con su humedad los entumecidos cuerpos de los ansiosos que, no importando lo desagradable de la situación, caminaban al horizonte.

Así fueron avanzando. El primer día, se encontraron con otros viajeros, unos gringos,  que seguramente,  con las mismas intenciones, los evadían, como si fuera una competencia descubrir una veta. Al tercer día, un hecho que les causó extrañeza.  Justo antes de empezar a subir uno de los tantos cerros de su travesía, vieron al grupo rival bajar corriendo la ladera, porrazos entre medio, con la  mirada aterrada, impidiendo incluso que los entonces jóvenes, preocupados, los detuvieran.
Después del episodio, continuaron con  precaución, y metros más adelante, en una quebrada, encontraron la ropa y equipaje de los norteamericanos.  Un poco más lejos, dieron con la primera alegría en la travesía: Una mina abandonada.
Como ya anochecía, decidieron pasar dormir en el lugar y por la mañana ingresar a inspeccionar. Esa noche agotaron todo el alcohol, incluso unas botellas de whisky que había en el equipaje que los gringos miedosos dejaron tirado. Compartieron, rieron y recordaron a las damas que los esperaban, o que deseaban que los esperaran en el pueblo.
Ya de madrugada,  algo extraño ocurrió. Un lamento lejano, inentendible al comienzo,  se fue acercando,  hasta sentirlo como un frío hálito tras su nuca. “Carlos, Carlos”se repetía constantemente.Entre el exceso de alcohol y el sueño, se derribó cualquier intento de reacción.
Al día siguiente, preguntó a sus amigos si había venido alguna mujer, porque escuchó que lo habían llamado: “Estabai más curado que el profe Gonzalo”.-  dijo Rodrigo, el más grande del grupo, sepultando cualquier idea de que fuera cierto. Pura elucubración de la mente, pensó.
Después de tomar desayuno, aprovechando la agüita caliente del choquero rudimentariamente armado, ingresaron con sumo cuidado por el orificio de dos metros  asegurado con pilotes de madera viejos en cada extremo. Calculó que avanzaron unos veinte metros en recto descendente, hasta encontrar una bifurcación, que mostraba dos caminos, uno que se ensanchaba y otro que  parecía ser más estrecho. Siguieron por el camino más amplio. Pero apenas avanzaron un poco, algo los perturbó. Sus nombres, a lo lejos, eran repetidos con espeluznante claridad por una voz femenina.
Mi abuelo miró a sus compañeros y titubearon en continuar la ruta. Luego miraron hacia adelante, y entre la oscuridad, más allá de lo que sus antorchas alumbraban, una silueta femenina apareció. Si eso ya era terrible, el sonido que acompañaba el lamento les intrigó. Al parecer arrastraba algo, que conforme se fue acercando, pudieron notar y los estremeció: Un ataúd, que movía lentamente.
Mi abuelo no recuerda cómo escaparon de la veta, ni el tiempo que demoraron en regresar a casa, sólo que después de eso, nunca más entraría a una mina, ni hablaría del hecho con nadie. Cuenta que un amigo perdió la voz por meses, y Rodrigo, el mayor, se fue al sur para desaparecer de las preguntas curiosas.
Después de contada la historia, nos miramos extrañados. Todavía debíamos volver a casa, distante a unos dos kilómetros de la casa de mi abuelo, en una época en que la única luz nocturna que podía ayudarnos a ver el camino era la de la luna, que se ausentaba una noche nublada y de llovizna, como esa. //OA

ROMUALDITO


#SANTIAGO #ESTACIÓN CENTRAL

Las animitas son pequeñas casuchas construidas a la vera  del camino o en el punto exacto donde una persona ha fallecido, casi siempre, de forma trágica. Seguramente ha visto o escuchado hablar de una de ellas. Por ejemplo,  la de Romualdito, ubicada en pleno corazón de la Región Metropolitana, en la comuna de Estación Central. Es una de las más famosas de Chile, y sobre la historia de a quién se la construyeron se tejen varias teorías, todas con diferentes protagonistas, pero con un patrón que se repite: la muerte violenta.
Una de ellas dice quecierta noche de lluvia, un tal Romualdo Ibáñez, recién salido del Hospital Barros Luco y aún convaleciente luego de un largo periodo enfermo de tuberculosis, es asaltado, y quitadas sus pocas pertenencias. No contentos con ello, los maleantes lo asesinan y dejan tirado en la calle, encontrándose su cuerpo recién a la mañana siguiente. Otros añaden a esta historia que a quien ultiman es un campesino, el que habría salido hace poco del hospital.
También existe otra creencia que tiene muchos adeptos, la que se refiere a un joven, con deficiencia mental o Síndrome de Down, que acostumbraba circular por el sector, cumpliendo los encargos que los vecinos le encomendaban o en dirección a casa a ver a su padre, el que debía alimentar por estar postrado. De carácter risueño y simpático, es emboscado por infelices, que lo matan a palos y cuchilladas, para luego dejar su cuerpo tirado al lado de la pared.
De todos modos, la teoría que goza de mayor popularidad entre los seguidores de Romualdito, plantea que se trata de un niño, el que muere en circunstancias trágicas, luego de ser violado por un grupo de vagabundos del sector o que fue atropellado. La creencia en relación a este relato queda demostrada en las ofrendas que recibe, pues, además de flores y velas, son juguetes y zapatitos los que se depositan en la pared.
Otra menos popular, dice que correspondería a un delincuente, quien, cual Robin Hood, era famoso por repartir sus botines con los más desposeídos. El maleante,  al intentar escapar, luego de un delito cometido, es alcanzado en la Calle San Borja, donde lo abate la policía. Esta versión, si bien no es tan aceptada, tampoco es tan extraña, pues se han generado devociones por ciertos delincuentes o maleantes reconvertidos tras sus muertes en héroes populares, como el famoso Emile Dubois en el Cementerio de Playa Ancha en Valparaíso.
Imagen: Elciudadano.com
En el año 2012, cuatro jóvenes, aspirantes a detectives de la PDI, en el Taller Histórico Forense de la Academia presentaron una investigación que buscó dar con la verdadera identidad de Romualdito.Los resultados fueron sorprendentes. El primer gran golpe fue el nombre del personaje en cuestión. Antes no existía consenso respecto de ello, y es fácil darse cuenta: en las placas de agradecimiento, en las que aparecen nombres como Rumaldo, Rumualdo  e incluso Reynalcito.
El estudio determinó que el nombre real de la víctima era Romualdo Ivanni Zambelli, un mecánico de ascendencia italiana de poco más de cuarenta años, que fue asesinado por delincuentes que le propinaron una estocada en el corazón, casi rompiéndoselo, según señalan los datos recabados. También se destacó que no había certeza respecto de que padeciera  tuberculosis, aunque no se descarta, pues eran comunes los enfermos asaltados en las cercanías de la estación.
La investigación también dio con la ubicación de la casa de Romualdito, ubicada a unas cuadras del lugar del asesinato. La propietaria, dijo sentir presencias extrañas en el hogar, aunque nunca las relacionó con el personaje.
Interesante resulta saber que los restos de Romualdito se encuentran en el Cementerio General, y que, luego de la investigación, se comenzaron a poner placas de agradecimiento por los favores concedidos.  Los milagros que le atribuyen rondan diversas temáticas, desde la intercesión para posibilitar embarazos, recuperación de enfermedades críticas y otras mucho más banales como la ayuda en la superación de los exámenes.
Las personas que cuidan la animita, dicen percibir una energía especial en el lugar. Hecho que le otorga un sentido distinto y más místico. Las mismas dicen que, lejos de atemorizarse, se sienten protegidas por esta presencia.  Una  de las placas conmemorativas lo demuestra con un poema:
“Caminante no hagas ruido,
baja el tono de tu voz,
que Romualdo no se ha ido,
solamente se ha dormido,
en los brazos del Señor”.
Incluso los perritos callejeros se resguardan de la dureza de Santiago descansando en algunas de las animitas desocupadas. Dicen los creyentes que anteriormente se ha intentado mover la muralla o quitar algunas partes de la animita, pero no se ha podido por distintas razones. Hay ocasiones en que los borrachos han querido remover las placas, pero siempre terminan en el piso, ya sea por la ebriedad o por alguna fuerza especial. También se cuenta que hace tiempo, un carabinero a caballo quiso mover con las patas del animal las velas encendidas, pero en el momento en que la bestia se acercó, se fue de espaldas, quebrando con su cuerpo, las piernas del uniformado. Este último, tomó como una señal divina lo anterior y se convirtió en devoto de Romualdito. También, dicen que se intentó remover el muro, pero, inexplicablemente las máquinas dejaron de funcionar y no llevaron a cabo la faena, desistiendo de la idea.
En el año 2017, surgió la idea de declararla  Monumento Nacional, por la importancia que tiene para la cultura popular. Sin duda, Romualdito vive en el inconsciente colectivo y su historia podrá ser contada de muchas formas, pero siempre persistirá su devoción. //OA

LA CASONA

#LASCABRAS

Es muy común ver en el campo chileno, casonas que parecieran abandonadas en el tiempo. Sus moradores,  tarde mal y nunca se dejan ver por ellas y son los cuidadores, campesinos a cargo del cuidado, quienes se encargan de mantenerlas en buen estado para esas visitas esporádicas de los dueños, que pese a no tenerlas como sitios favoritos, forman parte de su patrimonio.
Existía en la comuna de Las Cabras una casa que guardaba las características antes nombradas. Tenía un ingreso con grandes escaleras marmoladas que daba a un pasillo interior, cubierto por un gran ventanal, que permitía la vista de un inmenso jardín que adornaba la estancia. Los poseedores de la misma, dicen las malas lenguas, eran santiaguinos que acostumbraban a visitarla constantemente en los años 60’, pero que con el paso del tiempo, una vez muertos los dueños originales, quienes se convirtieron en  herederos,  poca atención prestaron y las visitas se hicieron cada vez más esporádicas.
Imagen: Conociendochile.com
En los 80’, era frecuente el uso de una de las alas de la casa para la catequización de los niños del sector. En ese grupo, estaba Javier, un joven, que, como todos los hijos de los campesinos de antaño, eran enseñados en la religión católica. Junto a otros seis compañeritos, cada sábado escuchaban las aburridas clases de Don Gilberto, un devoto que parecía apasionarse por la enseñanza religiosa, pese al nulo interés de los chicos, que, como tales estaba más interesados en jugar y hacer cualquier cosa, finalmente era sábado y el estudio era para la semana.
Como cada catequesis, había momentos de descanso. El famoso recreo lo disfrutaban corriendo por las piezas abiertas de la casona, que daban a un patio interior adornado de flores y otras plantas exóticas. La otra ala, completamente cerrada, era custodiada en su puerta por el mismo Don Gilberto, que descansaba fumándose un pucho a la espera de iniciar la segunda patita de clases.
Aquel sábado, Javier no lo olvidaría jamás. Se reunieron con Don Gilberto, que los esperaba hace ya un rato en el portón de la casona. Enfilaron a una de las habitaciones reconvertidas en salas y comenzaron a escuchar. El primer periodo de clases pasó sin mayor sobresalto.  Cuando ya se acercaba el término, les anunció que iba al baño, y por ende,  podían jugar en el patio mientras lo esperaban.
Como ya se había hecho costumbre, decidieron jugar a las escondidas. El patio y las habitaciones abiertas eran los lugares perfectos para esconderse, sumado lo anterior al atardecer que ya retiraba los últimos rayos de sol.
 El turno de buscarlos fue de Jorge, el más pelusa, que de inmediato comenzó a contar. El último en salir fue Javier, que notó que todos  sus amigos se aseguraron los mejores escondrijos. Desesperado porque la cuenta final estaba cercana, se metió por la puerta prohibida.
 Al atravesarla, un largo corredor de habitaciones se dejó ver. Un pasillo con infinidades de fotos, la gran mayoría en blanco y negro, mostraba muchas caras de personas estiradas y de mirada molesta. A lo lejos oyó la voz de Jorge, que terminaba de contar y se disponía a buscar.  Rápidamente, se metió en una habitación que daba a otro patio interior que apenas permitía el ingreso de la iluminación exterior, tapada por enredaderas de flores violetas que impedían ver los pilares en los que se sostenían. Fugaz como sólo él podía, se escondió tras uno de éstos a esperar que alguien llegara.
A lo lejos, unos pasos se acercaban. Parecía ser que había terminado el juego, pues se notaba que quienes se aproximaban eran más de uno. Pero la imagen que vio, lo paralizó. Una señora, anciana, vestida de enfermera, guiaba la silla de ruedas en la que un joven, inmovilizado y sin piernas, se acercaban. Tras ellos, dos niños: uno que caminaba con mucha dificultad y ayudaba a una joven más pequeña, ciega a sentarse en uno de los sillones en la terraza.
Avergonzado porque tendría que disculparse con los dueños de casa, salió desde detrás del pilar. Pero, para su sorpresa y sobresalto, en el patio no había nadie. Presa del susto volvió corriendo al pasillo, y cuando estaba por cruzar la puerta, sus ojos se fijaron en unas fotos en la pared del costado. Las mismas personas que había visto hace un rato aparecían en ellas, con la diferencia de que en todas las imágenes estaban sentados y con los ojos cerrados, como si estuvieran durmiendo, o mejor dicho: ¡Muertos!
En ese momento, la puerta se abrió, era Don Gilberto, que, como se esperaba lo retó por desobedecerlo.  Javier sólo atinó a abrazarlo. El adulto, extrañado por el gesto, señaló - ¿Por qué te asustas tanto?
Cómo los compañeros se mostraron preocupados por la actitud de Javier, el viejo sintió la necesidad de explicar. “Chicos, tranquilos, aquí no vive nadie, hace años habían unas personas enfermas al cuidado de mi abuela, pero ya no están”.
Javier lanzó un grito y salió corriendo, mientras sus compañeros se miraron extrañados.
El joven no volvió a catequesis, y pasado el tiempo la casa no se prestó más para esos usos. Años después, fue vendida y demolida, y de sus dueños originales nada se supo.
Una costumbre muy tétrica de las familias del siglo pasado eran las fotografías que se hacían con los parientes fallecidos, que guardaban en estas casas, donde además iban a “esconder” a aquellos hijos o parientes indeseados, muchas veces, por ser frutos de relaciones endogámicas que traían vergüenza y deshonor a la familia, y el lugar perfecto para ocultarlos eran estas casonas alejadas de la sociedad, donde no existían preguntas y el acceso a ellas se daba exclusivamente a círculos de confianza. //OA

EL ALICANTO


#TARAPACÁ #ANTOFAGASTA #ATACAMA

De las aves mitológicas más famosas del norte de nuestro país, el Alicanto destaca por su cercanía con los yacimientos minerales.  Se han encontrado relatos de su figura desde Parinacota hasta el Valle del Elqui, concentrando  una mayor presencia en la zona de Atacama.
El Alicanto se alimenta de minerales, he ahí su cercanía con las minas. Se le describe como un ave enorme de aspecto metálico, que toma la tonalidad del mineral que consume, siendo amarillo si es oro, o argentado si es plata. Del mismo modo, las hembras ponen huevos, cuyas cáscaras también toman las características de los minerales antes nombrados. Cuando se alimenta en demasía, no puede volar y su movimiento es lento, por ello, los cateadores señalan que es el momento ideal para seguirlo. Aun así, hay que ser cauteloso, ya que puede desaparecer de la vista de aquellos de negras intenciones  entre los cerros.
Había, al interior de la región de Tarapacá, un minero muy ambicioso y egoísta que, luego de escuchar las historias de otros pirquineros sobre la grandeza del Alicanto, decidió ir tras él. Para ello se preparó y salió sólo en camino a las montañas pampinas pues, quería ser el único poseedor de las riquezas que encontrase.

La primeras noches, no tuvo mayor suerte, pero al atardecer del quinto día, entre las montañas, un extraño fulgor amarillo llamó su atención. Con la ambición que lo caracterizaba se acercó rápidamente al punto y lo vio, pero como estaba tan entusiasmado por encontrarlo, el ave se percató de su presencia y comenzó lentamente a escapar, pasando por quebradas y bordes de la montaña, que cada vez eran más sinuosos.
A punto estaba de darle alcance, cuando de pronto,  desapareció en una quebrada. Desesperado, el hombre buscó y buscó, y no lo encontró. En eso, una extraña luz destellante iluminó todo el espacio, cegando la vista del minero, que trastabilló y cayó al precipicio.
Pero a veces el Alicanto se deja ver cuando las personas tienen buen corazón e intenciones, como le habría ocurrido a Juan Godoy, un pirquinero, que en una de sus tantas vueltas por los alrededores de Copiapó, divisó un Alicanto plateado justo donde encontró el mineral de Chañarcillo. Lamentablemente, las malas amistades y costumbres del minero, hicieron que perdiera toda su fortuna y muriera en la más absoluta pobreza.
Como sea, todos aquellos que se encuentren con el Alicanto deben tener ciertos resguardos, porque es un ave muy celosa y no mostrará sus riquezas a todos. //OA

LA POZA CORAZÓN


#OLMUÉ

En el corazón de Olmué, una gran variedad de sectores de belleza única en la zona aún destacan por sus bajadas de aguas, también llamados pozas o quebradas.  Una de ellas es el Maqui, que posee una poza con una historia muy particular. La Poza Corazón.
Cuenta la historia, que, un joven de origen muy humilde trabajaba en los cerros,  cortando coligües que luego llevaba al pueblo para su comercialización. Una tarea muy solitaria, que fue forjando en él, una personalidad retraída y distante de las demás personas. Cada día que pasaba, el joven parecía volverse más y más arisco con quienes intentaban establecer una conversación.
Imagen: Poza del Coipo- Álvaro Vivanco
Un buen día, mientras estaba en el cerro, un agradable sonido lo hizo detenerse. Una voz dulce y melodiosa inundaba todo el sector. Era una joven, que pertenecía a  una de las familias de mayor renombre en la zona.
Al comienzo fueron solo miradas, pero a medida que el tiempo transcurría, compartieron largas tardes recorriendo El Maqui. Así se fueron enamorando. Pero ambos sabían que lo suyo no tenía sentido a los ojos de la sociedad. Un joven pobre, sin mayor riqueza que sus manos, sin una familia conocida y sin casa que ofrecer.  La joven, en cambio, lo tenía todo.
Decididos a obviar la respuesta que recibirían de la familia, se pusieron de acuerdo para escapar. Se organizaron y un día simplemente desaparecieron por los cerros. Los padres de la joven, al enterarse del escape, armaron cuadrillas de búsqueda por todo Olmué.  Incluso existía el temor de que el joven, por no tener conocidos, fuera el mismo diablo que se raptaba a su hija, por ello en los grupos no fueron extraños algunos sacerdotes y cruces de plata que sumaron a la captura.
Los jóvenes, escaparon con todas sus fuerzas, y  cuando sintieron que los lugareños les estaban dando alcance, ascendieron a los riscos más elevados, con la esperanza de alejarlos. La mujer ya sentía el cansancio dela huida. Por ello, cuando estaban por alcanzar una gran roca, cayó desde una altura considerable sobre una piedra plana varios metros más abajo. El hombre, entendiendo que su vida ya no tendría sentido sin su amada, se lanzó. Ambos murieron. Cosas curiosas de la tragedia: Ambos cuerpos parecían intactos, dormidos, con sus manos entrelazadas, como si se hubiesen lanzado juntos.
Cuando la cuadrilla los encontró, se dieron cuenta del mal que habían causado. Algunos lloraron y otros se arrepintieron de lo que habían provocado. El agua helada de la poza quedaría así, como recordatorio de la fría muerte que espera a los amantes furtivos.  //OA.

EL RELOJILLO O INSECTO RELOJ


#VALLENAR #OVALLE #PETORCA

Se encuentran registros de este insecto en parte del norte y centro de nuestro país. Se caracteriza por un sonoro  tic-tac, que realiza una y otra vez al golpetear con la superficie.  Se describen dos tipos de relojillos: los de la fortuna y los del mal. Para obtener la buena suerte que otorga el benigno hay que capturarlo, el problema es que ambos no se diferencian estéticamente. Así que hay que ser bien valiente para atraparlo y tener la suerte de escoger el correcto, pues si es el malo, la muerte se avecina.
En una ocasión, un trabajador agrícola de la zona de Ovalle, agobiado por las deudas, mientras buscaba algo que comer en su cocina, encontró un relojillo. Conocedor de su historia, y sin nada que perder, se abalanzó sobre el insecto, el que guardó en un recipiente de vidrio. Al día siguiente, partió a  trabajar. Cuando se preparaba para subir a la bicicleta y encaminarse al campo, un punto de la superficie justo afuera de su casa llamó su atención. Parecía tierra removida. Se acercó y comenzó a escarbar. No llevaba ni treinta centímetros, cuando dio con una bolsa de género grueso. La abrió, y su cara se iluminó. Tenía una gran cantidad de oro.  Sin poder creerlo, el hombre recordó su insecto reloj guardado. Retorno a su casa y lo liberó: Gracias relojillo. Cuentan los lugareños que, después de obtener la gracia del insecto, este debe ser liberado o se convierte en insecto de la desgracia.

Otros señalan que el tic-tac del relojillo es un augurio de muerte. En el antiguo Hospital Nicolás Naranjo de  Vallenar, las trabajadoras del aseo decían barrer comúnmente en las habitaciones  donde fallecían
los pacientes geriátricos, algunos de estos bichitos, ya muertos. Existe la creencia de queel relojillo, luego de anunciar la muerte de una persona, también pierde la vida y cambia su color a uno más negruzco.
En Petorca, un anciano, ya en su lecho de muerte, y acompañado de todos sus parientes  que se habían reunido a despedirlo, no cesaba en decir: “sáquenlo”,  “llévenselo”. Los familiares, pensando que se trataba de una antigua rencilla familiar, decidieron expulsar a uno de los hijos con quien había tenido diferencias en otro momento.
¡Mi hijo no!, ¡el relojillo! Fue lo último que dijo, antes de dar un suspiro largo y descansar en paz. Todos se miraron angustiados y extrañados.  El hijo mayor, que había escuchado la historia, pidió que salieran de la pieza, y cuando estuvo solo, buscó bajo la cama. Un insecto verde oscuro yacía muerto. //OA

VIRGEN DE ANDACOLLO


#ANDACOLLO

Cada año, los días previos y post navidad, un pequeño pueblo del norte chico, cercano a la Serena, llamado Andacollo, vibra con una de las manifestaciones religioso-culturales más importantes del país. La devoción a la Virgen de Andacollo forma parte de la cultura nacional, Cada año es visitada por más de quinientos mil feligreses, colmando un pueblo que posee una población de diez mil personas. Basta imaginarse lo agitada que se encuentra la comuna en esos días.
Imagen: Arzobispadodelaserena.cl
Una procesión formada por numerosas agrupaciones de baile que llenan de colorido y música la escolta de honor, forma parte del engalanado evento. Los clásicos bailes chinos, acompañados de instrumentos propios del norte del país, como tarkas, bombos, flautas de cañas, matracas y platillos adornan la escena. Pero para entender la devoción que genera la Virgen, es necesario conocer las diversas versiones del origen de esta celebración.
La primera plantea que un viejo  indio  minero, cansado del trabajo al que su patrón lo sometía, se durmió en el ingreso de la mina. En el sueño profundo tuvo una visión: La mina comenzaba a iluminarse y de ella, una luz aún más fuerte parecía flotar acercándose. Luego,  oyó una voz que le decía que buscara en la parte más alta, que ahí había una gran riqueza: ¡Anda, Collo! Escuchó.
La visión se repitió varias noches más, y el indio, asustado, le contó a su patrón, quien le pidió que indicara el lugar donde veía y oía todo. Cuando fueron a ver, encontraron una virgen de madera esculpida.
Otra historia, plantea que los españoles, al escapar, luego de la destrucción de La Serena, a manos de los indígenas de Copiapó, llegan a un asentamiento de la Cultura Molle en lo alto de la montaña que destacaba por tener en sus quebradas mucho oro. Los españoles decidieron dejar la imagen de la Virgen ahí. Un indígena de nombre Collo, encuentra la escultura. La creencia popular indica que el indio, al encontrarla, habría escuchado las palabras: “Anda, Collo, invita a tu pueblo a conocerme y a conocer al verdadero Dios”. Inmediatamente, asocia su figura con la Pachamama y la lleva a su pueblo, donde le construyen el primer templo.
También se dice que, un leñador muy pobre, tuvo una visión de riqueza, que iniciaba de la misma forma que las versiones anteriores: “Anda, Collo, recorre los cerros, la riqueza y la felicidad te esperan. Busca”. El leñador hizo caso, buscó y buscó, hasta encontrar, cerca de su choza una imagen de la Virgen en madera. Desde entonces, se hizo un templo, y tiempo después, en las quebradas se encontró oro.
Respecto de su fabricación, se sostiene que la figura de la Virgen data del siglo XVII y fue esculpida en Lima, junto con otros encargos de vírgenes para los pueblos vecinos. Según se cuenta, el artesano encargado, se retrasó en la entrega, y que el día antes de la misma, rezó para recibir ayuda. Al día siguiente, todas las vírgenes estaban terminadas.
En relación al niño Dios que tiene  la Virgen en sus brazos, se comentan algunas cosas interesantes, como por ejemplo que cuando se mudan sus ropas, los zapatitos siempre están rotos o gastados, pues es muy andariego y gusta de recorrer la ciudad, donde los más fanáticos, aseguran ver sus huellas en varios lugares. //OA

EL NIÑO DEL CERRO


#COPIAPO

Una familia muy esforzada, vivía en las cercanías de Copiapó. El hijo, todos los días, para asistir a la escuela, que quedaba  cerca de la ciudad, debía atravesar un cerro.
Un día, el pequeño llegó contando a su mamá que había hecho una muy buena amistad de camino a la Escuela. Era otro niño, de edad similar, que vivía en el cerro, y que lo había acompañado hasta el mismo establecimiento, al que no había entrado, porque decía que ya no asistía.
La mamá, preocupada por lo que escuchaba de boca de su
hijo, habló con el papá, quien, extrañado, decidió acompañar a su hijo al colegio, porque en el cerro, no habían casas ni morada alguna donde se alojaran personas, y menos un niño tan indefenso.
Así partieron. Cuando llevaban la mitad del trecho,  y alcanzaron una roca,  que resaltaba sobre el resto por su gran altura, el niño apareció. El joven inmediatamente lo saludó, pero al ver al adulto, desapareció. El papá, le preguntó al hijo donde lo había divisado, apuntando el menor, el costado izquierdo del cactus.
Imagen: maps.nimbu.travel
Después de ese  momento, siguieron su ruta hasta llegar al colegio.
Por la tarde, el joven volvía a su casa, pero el niño no apareció, ni nunca más lo hizo.
La historia podría haber terminado así, pero una década más tarde, por esas coincidencias de la vida, el niño, ya convertido en estudiante de una universidad nortina, al investigar diarios de antaño, dio con una imagen que se le hizo conocida. La fotografió y de camino a casa pensó una y otra vez, donde había visto esa cara. De pronto, algo hizo clic en su cabeza.
Le preguntó a su padre si recordaba  aquella ocasión en que tenía un amigo que vivía en el cerro y lo acompañaba al colegio. Tras esto, y sin esperar respuesta, le mostró la imagen. Él era.
El padre, emocionado por lo que su hijo le mostraba, le confidenció que aquella tarde, después de dejarlo en la escuela, volvió a su casa a buscar una pala, y se dirigió al mismo lugar donde le había indicado la aparición de su amigo, y que al cavar medio metro, un montón de huesitos, que evidenciaban ser de un menor de edad, aparecieron bajo la seca tierra. Tras la impresión, llevó los restos al cementerio, donde hasta el día de hoy descansan.
El titular decía: “Misteriosa desaparición de niño en Cerro de la ciudad”; Estaba jugando con sus hermanos, cuando se perdió en las proximidades. //OA