martes, 27 de agosto de 2019

LOS PINCHEIRA


#PINTO

A más de 60 kilómetros de Chillán, una cueva gigantesca guarda la historia de un grupo de bandidos. Pero no de cualquier grupo, sino de uno que con el paso del tiempo los medios se han encargado de convertirlo en un mito. Me refiero a Los Pincheira.
La historia dice que un grupo de hermanos llegó a conformar un ejército de más de mil personas que asolaron Chillán y sus alrededores en los inicios de la república de Chile, ya que eran pro monarquía en un naciente país que se enfrentaba al pasado realista reflejado en esta montonera. Contrario a lo que se piensa, estos bandoleros no eran ningunos amigos del pueblo ni Robin Hood, como la teleserie de antaño intentó venderlos. Por sus manos pasaron muertes por montones, destrucciones, saqueos y secuestros de mujeres, incluso algunas de estos por encargo, como consignan ciertos historiadores, mientras también se comenta, aunque sin evidencia, que habían descuartizamientos de niños y violentos crímenes, hechos que convertían al grupo en el más renombrado  por sus sanguinarios asesinatos.
Una de las leyendas que se cuentan sobre este grupo dice que el menor de los hermanos, José Antonio, cansado de las revueltas, y enamorado de una joven campesina de la localidad de Recinto, decidió escapar con ella por la madrugada cargando dos baúles llenos de monedas y alhajas de oro capturados en uno de los tantos saqueos a  las haciendas e iglesias de Chillán y San Carlos. Pero por causa de su inexperiencia,  contó a Santos, el más violento de los hermanos,  lo que pretendía hacer. Y éste, puso en aviso al líder, quien castigó al joven al destierro,  no sin antes punzarle un cuchillo en el abdomen.
Santos se dirigió al lugar donde se encontraría la joven  y al verla, la amarró a la carreta y le prendió fuego.  El episodio  fue horrible. Como la calle estaba alejada del pueblo, nadie se enteró de lo ocurrido hasta ver los restos ya calcinados del delito de Santos al día siguiente.
José Antonio, agonizando en lo único que su hermano  le permitió llevarse, su caballo, recorrió desorientado por los cerros. Y cuando ya no pudo más, se bajó y recostó al lado de una pequeña  vertiente de la que emanaba un agua tibia. Luego se durmió.
Al día siguiente se empezó a sentir mejor. Con el paso del tiempo ya no sentía dolor y notó que las vertientes tenían propiedades curativas. Decidió volver y rogar el perdón de sus hermanos. Éstos lo recibieron bien y cuando le preguntaron cómo se había salvado, les contó sobre su hallazgo.
Pasado el tiempo, y a medida que los enfrentamientos continuaban, usaron y usaron la vertiente  para mejorarse de sus heridas de batalla.Un día, producto de un terremoto que asoló la zona, ésta se secó.
Ahí comenzó la debacle del grupo. Uno a uno los hermanos fueron cayendo. Hasta que el mando recayó en José Antonio, el último con vida. Ya eran cientos los muertos en el grupo y las fuerzas se acababan.
Una noche, después de una jornada de enfrentamientos, José Antonio Pincheira pasó por el lugar donde se encontraría con su amante años atrás y tuvo una visión en la que una carreta con una silueta negra y un caballo del mismo color ardían mientras se alejaban por el camino.
Ahí entendió todo.
Al día siguiente, las tropas fueron derrotadas y el último Pincheira se entregó.  Por esos azares del destino fue indultado y pasó sus últimos días como un anciano empleado del presidente Prieto.
De la vertiente nunca se supo si volvió a emanar agua milagrosa ni tampoco su ubicación.  La cueva aún permanece intacta y se ha convertido en un atractivo turístico de la zona, donde se hacen visitas guiadas sobre la vida de los Pincheira. Mientras que los lugareños que viven en Recinto afirman que ciertas noches por la madrugada, se oye la carreta acompañada de un llanto inundado de dolor, recordatorio de la violencia  y traición de los Pincheira.//OA

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