#PAIHUANO
Para quienes conocen el Valle del Elqui, saben que es una
zona de belleza única. El contraste del valle, los cerros y un cielo que no
invita a las nubes a participar, convierten a este destino en un lugar de
ensueño. Corría el año 1998 y sucedió algo que pondría el nombre de Paihuano,
una de las localidades que componen el valle en el tapete nacional, por un
hecho que nadie esperaba ver y que su desenlace hizo aún más sospechoso todo lo
que ocurrió.
Don Juan era un hombre de tez morena, con abundantes canas
que desde joven lucía con orgullo. Vivía a los pies del cerro Las Mollacas, lugar
que utilizaba para acarrear sus animales, que por las tardes traía de vuelta la
casa. Ese día miércoles de octubre había recibido una visita muy especial. Su
hijo Manuel, su orgullo, aprovechaba las manifestaciones estudiantiles que
tuvieron paralizadas las clases un par de semanas para visitarlo a él y a Rosa,
su esposa y mamá del retoño, que lo esperaba con la alegría y preocupación de
la madre que extraña, pero que no quiere ver pasar a su hijo las carencias que
ellos tuvieron que enfrentar por no estudiar.
Juan fue a buscarlo al terminal de Vicuña en la camioneta de su
hermano, y en el trayecto, Manuel lo puso al tanto de los cambios que tenía el
puerto principal. Entre troles,
funiculares, playas, protestas y mujeres la conversación se hizo corta. Al llegar,
la madre los esperaba en compañía de algunos familiares con un asado a la
rápida, pues era día de semana y había que trabajar.
Compartieron, rieron y comieron lo suficiente, como para que
el letargo los visitara. Los más viejos volvieron a sus labores y los más
jóvenes se entregaron a la pereza. De los adultos, sólo su padre, decidió no
volver al trabajo. Había que sacarle el
jugo a la visita del hijo, aunque fuera corta.Se quedaron descansando entre los
parrones, con el cerro de fondo. Llevaban una media hora, cuando un sonido
fugaz los puso en estado de alerta. De un salto, Juan, Manuel y sus primos, se
levantaron de los sillones donde reposaban. Lo que vieron los dejó atónitos.
Un objeto metálico, de unos cinco metros de diámetro impactó
con fuerza el cerro encima de ellos. Entre asustados y curiosos por lo que sus
ojos no podían acreditar, corrieron al lugar de los hechos encontrando una
imagen digna del surrealismo más profundo y que como primeros espectadores en
el lugar no dieron crédito.
Del objeto, ahora destruido en tres partes, emanaba un humo
azul que al sol de aquella tarde parecía algo fantástico. A pesar de eso, todo
podría tener una explicación incluso lógica. Manuel le dijo al papá que a lo
mejor era uno de esos globos meteorológicos que los estudiantes de facultad de
al lado de la suya en Valparaíso diseñaban. Era la explicación más coherente
dentro de la locura que podía significar lo que estaban viendo. Pero esta
explicación se derribó cuando vieron lo impensado.
Sobre una piedra, lo
que parecía ser la mitad del cuerpo de una persona pequeña, de un color de tez
grisáceo yacía sin vida. La otra mitad estaba a un par de metros del objeto que se había desperdigado más lejos en
la ladera del cerro.
Impávidos por lo que veían no reaccionaron. No supieron si
pasaron cinco o diez minutos mirando lo absurdo, tiempo en que fueron
sorprendidos por un cordón militar que los arrinconó, y a la mala los hizo
bajar a la fuerza.
- ¡Aquí no pasó na’!- ¿Escucharon los huevoncitos? Señaló un
militar de rango evidentemente más elevado que daba instrucciones a los
centenares de subordinados que acordonaron el área y a puntas de armas
escarmentaron a todos los vecinos y curiosos que osaron acercarse.
![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEiZcVtBSBY12k4dh5xwQDgUMDht7S_ziCVhkcciND7taavcafpyHUefQ4Kxmz9Cq9RlDNV5RZXzA455PqITW5sSG2fNUvTNdaShE27gTDqDENMuSOLz81PWVmSesjan_TyJnajT6_xIpWvl/s400/OVNI_de_Paihuano_Chile.png)
Esa misma tarde tomaron el té en el parronal, cuando el segundo suceso
anormal del día enviaba otro mensaje
difuso. Un sonido ensordecedor, de esos helicópteros que sólo se ven en las
películas, pasaba sobre sus cabezas en dirección al lugar de los hechos.
Decidieron salir a mirar, notando que a la media hora de haberse posado en Las
Mollacas, partían con rumbo desconocido por entre medio de los cerros del
Valle.
Al día siguiente, y con la noticia aún fresca de lo
acontecido. El hermano de Juan, taxista de oficio, fue a tomar desayuno con la
familia, contándoles que en uno de sus recorridos nocturnos, lo interceptaron varios vehículos militares,
quienes le cortaron la ruta para dejar pasar dos camiones que llevaban objetos de gran tamaño que
estaban cubiertos por una lona y que se perdieron por las calles del lugar.
Don Juan no sabía en ese momento que lo que él y su familia
presenció, con el paso del tiempo pasó a llamarse el “Roswell chileno”, uno de
los casos más intrigantes y enigmáticos de ufología en Chile.//OA
imagen: wikiCharlie.cl
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