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Fuente: Artesaniasur.cl |
Ya que nadie sabe su nombre, la llamaremos “La Moncha”. Ella era un era una viuda muy alegre, el alma de la fiesta dirán algunos, asidua a cuanta celebración hubiese en el pueblo, no importaba si era festividad, bautizo, matrimonio o funeral, ella siempre se aparecía y con su guitarra generaba una atmósfera de admiración incluso de los más capos, que la veían como una maestra digna de imitar.
De su pasado no acostumbraba a hablar, la muerte de su marido la había hecho enviudar muy joven y sin hijos, por lo que volcó toda su energía en potenciar el enorme talento musical que poseía.
Cierto día, en un bautizo conoció a un huaso amigo de la familia, que al verla, quedó prendado de su talento y gracia. Este hombre destacaba también por sus aptitudes con la
guitarra, y fue eso lo que hizo que ambos iniciaran una amistad que más temprano que tarde los enamoró.
Todas las tardes se reunían bajo un peral a la orilla del camino, donde demostraban su amor y tocaban la guitarra deleitando a los campesinos que andaban por las cercanías.
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Manosdelalma.cl |
Ya en las celebraciones se hacía difícil ver a la “Moncha”, y a los invitados no les quedaba más que recordar las anécdotas sobre sus cantos, chistes y cuecas escuchadas al son de las cuerdas en años anteriores. Presa de la desdicha, su presencia, poco a poco fue siendo más escasa. Como cuando se corta una flor, su vida comenzó a escapar de sus manos.
Un día, bajo el mismo peral donde compartía su malogrado amor, fue encontrada muerta, con las cuerdas de su guitarra rotas.
Es así como, las grederas de cántaros de Quinchamalí homenajean a esta talentosa mujer, diseñando vasijas que la muestran de negro, cantando una canción triste sobre un amor traicionero //OA
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